Santoral del día
- Santuario San Judas Tadeo
- 24 nov 2024
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24 de noviembre 2024

Fiesta de ‘Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
En el año 325, se celebró el primer concilio ecuménico en la ciudad de Nicea, en Asia Menor. En esta ocasión, se definió la divinidad de Cristo contra las herejías de Arrio: "Cristo es Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero".
1600 años después, en 1925, Pío XI proclamó que el mejor modo de que la sociedad civil obtenga “justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia” es que los hombres reconozcan, pública y privadamente, la realeza de Cristo.
“Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe -escribió-mucha más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio e instruyen a todos los fieles cada año y perpetuamente; penetran no solo en la mente, sino también en el corazón, en el hombre entero”.
(Encíclica Quas primas, 11 de diciembre de 1925).
La fecha original de la fiesta era el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos; pero con la reforma de 1969, se trasladó al último domingo del Año Litúrgico, para subrayar que Jesucristo, el Rey, es la meta de nuestra peregrinación terrenal. Los textos bíblicos cambian en los tres ciclos litúrgicos, lo que nos permite captar plenamente la figura de Jesús.
Del Evangelio según San Juan
“Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». Pilato explicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho».
Jesús respondió: « Mi reino no es de este mundo.. Si mi reino fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí».
Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey». Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz»”. (Jn 18, 33-38)
Última etapa
Hoy celebramos, en el último domingo del año litúrgico, la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Como el año litúrgico representa el camino de nuestra vida, esta experiencia nos recuerda -es más, nos enseña- que nos dirigimos hacia el encuentro con Jesús, el Esposo, que vendrá como Rey y Señor de la vida y de la historia.
Estamos hablando de su segunda venida. En la primera vino en la humildad de un Niño acostado en un pesebre (Lc 2,7); en la segunda regresará en la gloria, al final de la historia, una venida que hoy celebramos litúrgicamente. Pero hay también una venida intermedia, la que vivimos hoy, en la que Jesús se nos presenta en la Gracia de sus Sacramentos y en el rostro de cada "pequeño" del Evangelio. Es el tiempo en el que se nos invita a reconocer a Jesús en el rostro de nuestros hermanos, el tiempo en que se nos invita a utilizar los talentos que hemos recibido, a asumir nuestras responsabilidades cada día. Y a lo largo de este camino, la liturgia se nos ofrece como escuela de vida para educarnos a reconocer al Señor presente en nuestra vida cotidiana y para prepararnos a su venida final.
Una fiesta que revela el camino
El año litúrgico es el símbolo del camino de nuestra vida: tiene su principio y tiene su final en el encuentro con Jesús, Rey y Señor, en el Reino de los Cielos, cuando entraremos en él por la puerta estrecha de la "hermana muerte" (San Francisco). Pues bien, al comienzo del año litúrgico, el primer domingo de Adviento, se nos mostró de antemano la meta hacia la que dirigimos nuestros pasos. Es como si, de cara a un examen, nos hubieran dado, un año antes, las respuestas a las preguntas; esto habría sido un examen amañado. En la liturgia, en cambio, es un don de Jesús, el Maestro, porque nos permite saber qué camino tomar (Jesús, Camino), qué pensamiento seguir (Jesús, Verdad), qué esperanza dejar que nos anime (Jesús, Vida, cfr. Jn 14,6).
La alegría de un sueño
En la primera lectura, tomada del libro del profeta Daniel (7,13-14), se habla de la visión del Hijo del Hombre, que al final ocupará el lugar de quienes a lo largo de la historia se han servido del pueblo en lugar de servirlo. En esta visión, queda claro que hay un final para aquellos que saquean al pueblo y lo explotan. Llegará el día en que un "Rey" justo y misericordioso tomará las riendas de la historia de los pueblos.
El Rey esperado
En este contexto de esperanza podemos leer el texto del Evangelio que nos presenta la liturgia, el diálogo entre Pilato y Jesús. Jesús se presenta como Rey, pero su Reino no es de aquí, de este mundo. De hecho, Jesús no trata de sobrevivir, no considera su vida superior a la misión que recibió del Padre: simplemente Él es Rey y vino al mundo -dice el texto- para mostrar su realeza, que consiste en dar testimonio del Padre. Una vida al servicio del Padre, Verdad de la vida.
La realeza y la verdad
La verdad, que tanto fascina a Pilato -pero no hasta el punto de detener la ejecución-, exige adhesión: "Quien es de la verdad escucha mi voz". Y aquí se detiene Pilato, incapaz de abrazar la verdad porque está manipulado por los deseos de la multitud, a la que debe pagar un precio político. En esta elección suya, Pilato muestra lo que realmente es y por lo que realmente se deja guiar, mientras que Jesús manifiesta hasta el final a Quién pertenece y a Quién sirve, tanto que puede decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).
Verdades y mentiras
La solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros la oportunidad de comprender a quién servimos realmente. Al final de este año litúrgico es importante comprender hacia quién o hacia qué va nuestro corazón, porque donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón (Lc 12,34). Esta es una pregunta que puede ayudarnos a poner orden en nuestra vida y en nuestros afectos, para que no vayamos donde va nuestro corazón, sino que llevemos nuestro corazón a donde realmente debe ir. Pero para ello hemos de aceptar que Jesús es nuestro Rey, el único que sirve con verdad la verdad de nuestra vida.
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